Desde
su descubrimiento, en los años ’30, los antibióticos han ido ganando de manera
exponencial la confianza ciega tanto de los pacientes cómo de los médicos. Sin
embargo, una alerta se está difundiendo entre los últimos, y algunos de los
primeros, sobre los riesgos, ya muy poco teóricos, del abuso de este avance
médico que marcó el siglo pasado. Las muertes debidas a bacterias resistentes a
los antibióticos han alcanzado los triples dígitos al año (100,000 en
EEUU, 80,000 en China, y 25,000 en Europa), así cómo ha crecido de manera
impresionante el coste para los sistemas sanitarios de enfrentar dichas cepas
bacterianas (estimado en US$21-34 billones en EEUU, y 0.4-1.6% de PIB en otros países).
La
resistencia de las bacterias a los antibióticos se desarrolla principalmente
debido a tres factores: la sobreutilización y mala-utilización de los
antibióticos, y la non-adherencia a los regímenes de cura con antibióticos.
Mientras este último es principalmente atribuible a la irresponsabilidad de los
pacientes (aún que seguramente también juegan un papel en este fenómeno la
falta de acceso económico o físico a dichos medicamentos, así como quizás un
fallo por parte de los médicos en explicar a los pacientes los riesgos de no
cumplir con los ciclos de antibióticos), los primeros dos están bajo la
influencia más directa de los clínicos. Por un lado hay la sobre- y mala
utilización en sistemas donde los antibióticos se venden sin necesidad de
prescripción, como en India, que con frecuencia es el resultado de una auto-medicaciónmal-informada; por el otro, médicos presionados por los pacientes, o
incentivados por los hospitales y las farmacéuticas, a prescribir antibióticos
de manera inadecuada. Una encuesta pan-Europea, publicada en 2012 por la
revista Antimicrobial Resistance and Infection Control, encontró que más del 50% de los franceses
encuestados exigían antibióticos para curar síntomas de influencia, así como un
estudio publicado el mismo año en el International Journal of Antimicrobial Agents encontró que el 98%
de los pacientes en un hospital pediátrico de Pekín eran tratados con antibióticos
para la gripe.
Lamentablemente,
la tasa de descubrimiento de nuevos antibióticos dista mucho de la velocidad
con la cual se están desarrollando cepas de bacterias resistentes a los
antibióticos. De hecho, resulta que no se han descubierto nuevas clases de
antibióticos desde 1987, siendo los “nuevos” desarrollados a raíz de
descubrimientos de hace décadas. La significativamente mayor prevalencia de las
enfermedades crónicas, junto al uso continuo de medicamentos que requieren,
hace estas mucho más atractivas como ámbito de investigación científica para la
industria farmacéutica. Mientras tanto, advierte la Directora-General de
la OMS, Dr. Margaret Chan, hay bacterias letales contra las cuales no funcionan
los antibióticos existentes más potentes, y que tienen tasas de mortalidad de
hasta el 50%, y ninguna investigación en proceso para desarrollar un
medicamento para luchar contra ellas.
¿Qué
se puede hacer para prevenir la llegada de la era post-antibióticos? Pues la
mayoría advoca por un control mucho más estricto de la utilización de los
antibióticos, aún que no queda muy clara la efectividad de este tipo demedidas. Sin embargo, hay algunos ‘anticonformistas’ que proponen el
utilizo de bacteriófagos, virus que atacan únicamente a las bacterias,
actualmente utilizados con éxito en el este de Europa, pero que siguen sin ser
aceptados en el ‘Occidente’. ¡Que se abra el debate!
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