En el estudio de las enfermedades
siempre hay que tomar en cuenta la búsqueda constante por parte de las farmacéuticas de nuevos usos para sus fármacos. El incentivo es grande considerando que la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos otorga
el derecho de exclusividad de promover un fármaco para un “nuevo uso” (una enfermedad adicional) si los otros fármacos de la misma clase no han sido testado anteriormente para este mismo propósito, como explica Marcia Angell
en su libro The Truth About Drug Companies.
Antes de que venciera en 2001 la
patente del antidepressivo Prozac, comercializado por la farmacéutica Eli Lilly,
se cambió el nombre de Prozac a Sarafem,
“coloreandolo de rosado y lavanda”
(Angell), obteniendo en 2000 la aprobación de la FDA para comercializarlo para
el “trastorno disfórico premenstrual” (caracterizado por sintomas premenstruales severos como depresión, irritabilidad, tensión, deseo vehemente para consumir comilonas excesivas). Mientras que el precio de Prozac bajó debido a la perdida de la patente, el precio de
Sarafem era tres veces y medio superior. El trastorno no estaba todavía reconocido oficialmente en
el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) de los Estados Unidos, aunque en 1994 se incluyó en el apéndice del manual como
una condición que necesitaba ulteriores estudios. La psicóloga Paula Caplan de Harvard University explicaba
que los síntomas premenstruales severos son más la consecuencia de situaciones
personales difíciles que de factores biológicos, por lo que
el consumo de farmacos no podía ser la solución. De todas maneras Eli Lilly pudo sacar Sarafem al
mercado. En el el DSM-5 que se publiquerá en mayo 2013 se ha incluido el trastorno disfórico premenstrual como un nuevo trastorno mental. Nos podemos preguntar cuánto ha influido en la decisión de la Asociación de Psiquiatría Americana la presencia del fármaco en el mercado desde hace años. El peligro es evidente ya que el fármaco se creó por motivaciones económicas cuando iba a vencer la patente del Prozac.
Además del Prozac y Sarafem de
Eli Lily (básicamente el mismo fármaco con dos nombres diferentes), otro
ejemplo de cómo las farmacéuticas extienden su mercado encontrando nuevos usos para sus fármacos es Paxil, un antidepresivo comercializado por la farmacéutica
GlaxoSmithKline desde 1992. Paxil en 2001 fue el primer fármaco de su clase en ser aprobado para
el “trastorno de ansiedad generalizada”. Si bien el trastorno ya había sido incluido en el DSM en 1980, la campaña publicitaria del fármaco sin duda redefinió su significado, por ejemplo enseñando imágenes
de las torres del World Trade Center colapsando, dando el claro mensaje de que
la ansiedad se tenía que tratar con Paxil aún cuando fuera perfectamente apropiada.
En vez de promover nuevos fármacos para las enfermedades, se amplía la gama de enfermedades a tratar con los fármacos ya existentes, que se vuelven multiuso. La columnista del New York Times
Maureen Dowd dijo: “Lo más ansiosas las empresas se sienten con respecto a sus
ganancias, lo más generalizados se vuelven los trastornos de ansiedad
generalizada“. Esta situación es más que preocupante cuando se ven los efectos secundarios graves de algunos medicamentos y el maquillaje de los resultados de los ensayos clínicos por parte de algunas farmacéuticas. El siguiente reportaje de la BBC explica como ha sucedido exactamente esto con Paxil, vendido como "Serotax" en el Reino Unido.
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