lunes, 18 de febrero de 2013

“Pepito, a ver que tengo ahí…”

             
Pepito es un sevillano de 53 años mancebo, de los de toda la vida, en la farmacia de Ciudad jardín. Como cada mes, recibe a  Manuela, mi tía, le teme porque sabe que nada más entrar por las puertas le va a decir “Pepito, a ver que tengo ahí…” y una vez más le enumerará un sinfín de fármacos a Manuela, preguntándole a ésta, si le quedan en casa aún, pastillas  para tal o cuál enfermedad. Manuela como tantas otras veces le dirá “¡Ay! No se hijo  tu dámelas por si acaso” y regresará a  casa con una bolsa de las grandes, de esas que parecen casi de basura, de las de comunidad, llenas de cajas de todos los colores como si se tratase de una de los sacos que Papá Noel lleva consigo cada noche del 24 de diciembre.
 
La OMS considera polifarmacia  consumir más de tres tipos de fármacos. Entre el 65 y el 94% de los ancianos consume algún tipo de fármaco, suponiendo la causa de 1/3 de sus ingresos hospitalarios. El 50% de las complicaciones de la hospitalización se debe a las reacciones adversas causadas por fármacos. Implicando una disminución su calidad de vida.
Estos medicamentos prescritos por su médico le crean lo que se conoce como apego terapéutico, el paciente los incluye en su vida cotidiana y en casos extremos no saben qué hacer si un día les faltasen. Aunque a veces se produce lo contrario, bien por omisión, por error en la dosis, por confusión de horarios o simplemente porque el paciente los comparte con su vecino o los toma pasados de fecha, el paciente incurre en lo que se conoce como incumplimiento terapéutico.
 
Son ancianos, apenas son capaces de leer el nombre de las cajas y las seleccionan por colores y tamaños. Esto hace Manuela, se encuentra cada día en el desayuno, almuerzo y cena con lo que llamo “su platito de fritos variados”. Pastillas para controlar la tensión arterial, fibrilación auricular, mejorar el flujo sanguíneo, para relajarse, para conciliar el sueño, para su osteoporosis, jarabes para facilitar su tránsito y   para el dolor…bueno que es eso en una señora de 82 años que ha vivido la postguerra, ¿dolores? Los de su estómago cuando tenía hambre antaño. Pero sí, para los dolores varias pastillas de distintos colores y el mismo sabor desagradable de todas y parches… de fentanilo para cuando el dolor le puede y ese día no tiene fuerzas ni para levantar un vaso. Manuela ya no sabe para que toma tantas pastillas, pero lo hace cada día…y que Dios  la guarde muchos años.
 
Que “esos locos viejitos” viven más es una realidad, pero llegan al final de sus días, desgastados por la vida y con una mochila llena de historias. Están listos para lo que les espera y nosotros como médicos medicalizamos su desgaste y los cuidamos hasta el final, es nuestro deber, pero ¿de verdad es todo esto necesario?
 
                       A mi tita Manuela.
                     FGM.
 
 

3 comentarios:

  1. Hola Fátima,
    Lo cierto es que has descrito algo muy común hoy día. Por ello, se impone establecer estrategias que eviten la polimedicación. Y si ésta es inevitable, implantar controles sanitarios, especialmente en Atención Primaria, para detectar y resolver los problemas de salud en este tipo de pacientes. Entre ellos, suspender medicamentos no indicados; prescribir fármacos sólo si hay indicación clara, evitar fármacos potencialmente peligrosos en ancianos (antidepresivos, anticolinérgicos, etc) y detectar reacciones adversas.
    Saludos a tu tita Manuela.

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  2. El sistema desgraciadamente no está diseñado para que aquellas personas que necesiten contar sus problemas, sus inquietudes o abrir esa mochila de anécdotas puedan hacerlo. El tiempo es oro, y parece que es mejor sedar y antidepremir antes que dedicar algunos ratos a nuestros mayores. Cuiden a sus mayores señores, porque ellos antes cuidaron de vosotros.

    A mi abuelo. http://www.youtube.com/watch?v=9dnHnCQR-L0

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