miércoles, 13 de febrero de 2013

PASTILLAS PARA SOPORTAR LA VIDA


En los países desarrollados donde la esperanza de vida ha ido en aumento, la preocupación por la salud ha sufrido un proceso de  transformación en una preocupación por la enfermedad. Los ciudadanos cada vez demandan más fármacos cuando acuden al médico, en un afán de conseguir, erróneamente, un mayor poder en el proceso de curación de enfermedades.

Esto se debe sobre todo a numerosas campañas publicitarias de concienciación, que hacen creer a las personas que los hechos cotidianos o procesos naturales son adquiridos como enfermedades. De esta forma, un evento problemático y puntual que surja en la vida, más o menos grave, se ve dominado por el temor y a su vez por la certeza de estar enfermo, cuando en realidad este hecho forma parte de la vida misma, que además nos ayuda a aprender o madurar.
De este modo se ha creado un modelo social de enfermar irracional, en el que todo se convierte en enfermedad, como por ejemplo el trabajo, el aburrimiento, las pecas, el envejecimiento, el jet lag o la celulitis. Y en tal medida que “existe una enfermedad para cada pastilla”.
El único sentido posible a este modelo, denominado por primera vez por Lynn Payer como “disease mongering” (tráfico de enfermedades), es el enorme interés económico y profesional que subyace en manos de la industria farmacéutica.
Lynn Payer en su libro “Disease- Mongers: How Doctor, Drug Companies, and Insures are Making You Feel Sick” llega a identificar diversas tácticas para aumentar el número de enfermedades, entre ellas podemos encontrar la promoción de medicamentos como solución principal para alteraciones que antes no se consideraban problemas médicos, la introducción de nuevos diagnósticos cuestionables que sean difíciles de distinguir de la vida normal o promoción de tratamientos agresivos con fármacos para síntomas o enfermedades leves. En definitiva, su objetivo fundamental es tratar de convencer a la gente sana de que está enferma, y a gente levemente enferma de que está muy enferma.
El negocio de la salud es sin duda una fuente inmensa de producción de dinero, motivo por el cual, no extraña el enorme interés que la industria farmacéutica muestra por este sector, siendo además el núcleo principal del que depende. Por ello, para aumentar los ingresos, resulta tentador crear nuevas enfermedades para las que poder “inventar” uno o varios fármacos como remedio, así como aumentar los puestos de trabajo e incrementar la inversión en nuevas investigaciones, marketing, relaciones públicas y administración.
De esta forma se va conformando una burbuja de drogas que puede llegar a dejar en bancarrota a los sistemas de salud debido a la sobremedicación de la población. Aquí entraría en juego la política, que debería sopesar la gran utilidad y beneficios que aporta esta industria con los daños que está ocasionando en la sociedad.
La excelencia médica y la medicina basada en la evidencia, pueden desmontar historias médicas y devolver a los afectados la oportunidad de vivir sus vidas sin fármacos. Para ello es fundamental hacer una distinción clara entre la línea que separa los procesos normales de los patológicos, tanto por parte de los profesionales sanitarios como por la sociedad en general.

El gran problema radica en que mientras se investiga que cierto fármaco produce más daños o riesgos que beneficios y las autoridades sanitarias asumen la evidencia, muchísimas personas seguirán medicándose innecesariamente.
 

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